He aquí el libro que ha sido el mío de cabecera durante el mes de julio, un libro que, aseguro, no se lee rápido, un libro que afecta, mucho, duramente y diría que por bien, un libro importante. Con otra compañera de biblios y gran amiga - se embarcó ella primera en esta lectura y me pasó el testigo-, comentamos que, incluso, tendría que ser una lectura de bachillerato: historia, ciencias sociales, psicología, literatura (está muy bien escrito), geografía, filosofía, en fin, humanidades.
De hecho, interrumpí mi lectura en numerosas ocasiones para repasar la historia, Historia, de Rusia, de la URSS, para mirar una y otra vez el mapa del gigantesco territorio, para buscar la receta de unos pastelitos siberianos que en un momento dado le ofrecen a Svetlana, para entender cómo funcionan los apellidos en ruso, para escuchar (google voz) como se dice "mamá" en ese idioma (las mujeres comentan en varios momentos cómo llaman a su madre cuando están en el frente, para darse fuerza, para escuchar la palabra, porque todo es irreal y porque muchas tienen 17 años y son "niñas de su madre"):
www.google.es=como+se+dice+mama+en+ruso
También, interrumpí mi lectura para buscar fotos de los bosques de abedules, de los uniformes, de los paisajes actuales que han sustituido los de la guerra...
Es una lectura dura, sí, pero en ningún momento se me pasó por la cabeza dejarla. Engancha, nos lleva por los recovecos del alma humana... humana e inhumana... es decir, violentamente humana. Es una lectura para aprender, en el fondo, sobre uno mismo, sobre la historia de uno mismo. Es una lectura que arrastra hacia oscuridades realmente oscuras y eleva hacia transparencias luminosas.
Sin lugar a dudas, es una lectura hermosa también (mido mi palabra) y es una lectura que estoy muy contenta, satisfecha, de haber hecho. La recomiendo, absolutamente, por uno mismo / una misma, por el recuerdo de las mujeres que combatieron en la segunda guerra mundial, por el asombroso trabajo de entrevistas, investigación y reflexión de
Svetlana Alexiévich. Son páginas, todas, muy importantes e impactantes sobre la guerra, "
el misterio de la guerra". Explica la autora que cuando era joven quería ser capaz, un día, de escribir un libro que, para siempre más, desanimara a los humanos de hacer la guerra... Puede que lo haya conseguido con
La guerra no tiene rostro de mujer, a no ser que sólo sea leído por gente ya convencida de que la guerra es nefasta, más que nefasta.
Es un libro que leí con un boli en la mano: tomar notas me fue necesario. Luego, compartiré unas de las frases que tengo anotadas. Son, todas, palabras que me impresionaron por distintos motivos: la unión indefectible de esas mujeres-niñas con la naturaleza (flores, árboles, animales), sus historias de cabello de mujeres jóvenes (de seguida que se alistaban, les cortaban las trenzas y a los pocos meses les salían canas a puñados), sus delicadezas de jovencitas coquetas que se cosían ribetes de gasa en las camisas militares, que podían morir pero
"por lo menos rodeadas de flores", que sentían el horror de la nieve empapada de sangre y en el mismo momento la poesía de la escarcha o el rocío al alba, que acechaban el canto de los pájaros y no percibían más que el silencio, que sentían el impulso de besar la tierra, mujeres que, en el frente, dejaban de tener la regla... Mujeres, estudiantes todas, que se acababan de graduar o en todo caso que tenían sueños de ingeniería, enfermería, enseñanza, profesiones diversas a ejercer en un futuro que parecía sonreírles y que se estrenaron bien en sus campos de predilección pero... en el frente, bien en campos que nunca habrían imaginado pues fueron francotiradoras, condujeron tanques...
Son mujeres, las que sobrevivieron, que en la actualidad tienen alrededor de 80 años, o más, y... En fin... sus testimonios son muy valiosos. Se siente (mejor dicho, sentí) el deber moral de leerlos hasta el final. Sí, vale la pena, mucho, en muchos aspectos. En su momento, la Academia sueca dijo que era "
un monumento al sufrimiento y al coraje en nuestros tiempos". Y es que
Svetlana Alexiévich reúne
"los recuerdos de cientos de mujeres que no cuentan una historia de la guerra, más bien la historia de mujeres, y hombres, en la guerra" (contraportada).
"Lo que me gusta de Alexiévich es el amor y la compasión que aparece en lo atroz", dice su editor,
Miguel Aguilar (Debate)
"no es un libro que vaya a hacer que los lectores se sientan bien consigo mismos, pero tiene su recompensa. Es difícil no conmoverse con él".
En cuanto a la propia Svetlana, dice:
"No escribo la historia de la guerra, sino la historia de los sentimientos". También dice: "
Es en la calidez de la voz humana donde se oculta la invencible tragedia de la existencia, su caos y su pasión, su carácter único e inescrutable, la realidad interior. Digamos, el alma de los sucesos. Para mí, los sentimientos son la realidad".
A continuación, sólo unas de las frases que anoté (entre comillas y de color verde, las palabras de las mismas mujeres y sin comillas, de color azul, los comentarios de la escritora).
- Estas mujeres tienen apego a sus recuerdos porque todo sucedió cuando eran jóvenes. No se trata de la guerra, sino de su juventud... y también, a menudo, de la época de su primer amor.
- "Recordar asusta, pero no recordar es aún más terrible".
- "19 años tenía cuando la guerra se acabó. En la guerra, el alma envejece. Después de la guerra, nunca volví a ser joven... Eso es lo más importante. Es lo que opino".
- Quiero a estas mujeres como eran antes. No quiero su tiempo, las quiero a ellas.
- "Para Usted, la verdad está en la vida. En la calle. Bajo nuestros pies. Para Usted, es tan baja, tan terrenal. Pues, se equivoca, la verdad es lo que soñamos. ¡ Es cómo queremos ser !"
- Escuchar a una persona que te cuenta cómo moría o cómo mataba viene a ser lo mismo: tienes que mirarla a los ojos.
- La grabadora registra las palabras, graba las entonaciones. Las pausas. El llanto y el asombro... Me da pena no poder "grabar" los ojos, las manos.
- ¿ Hasta dónde llegan las palabras ? ¿ Qué está condenado a ser inexplicable ?
- ¿ Qué somos en realidad, de qué estamos hechos ? ¿ De qué material ? ¿ Cuál es su resistencia ? Eso es lo que quiero entender.
- Todo alrededor [de estas mujeres] es corriente, excepto su memoria.
- En sus relatos, lo sencillo vence a lo grande, incluso vence a la Historia.
- "En la guerra cada uno tiene su propio sueño. Mi sueño era sobrevivir hasta cumplir los dieciocho. Por alguna razón, me asustaba la idea de morir antes, de no cumplir los dieciocho".
- "Cómo se habían atrevido a cometer estos crímenes delante de los caballos ? Estarían mirándolos, los caballos ?"
- "Después de la guerra sentía pena por todos. Por todas las personas, por los gallos, por los perros..."
- "Al tercer año volvieron los ruiseñores"
- "Con la guerra, las palabras y los sonidos cambiaron de significado".
Todo muy estremecedor...
|
Svetlana Alexiévich- 1948, Bielorrusia |
Quiero añadir unas palabras de elogio - y agradecimiento - para las traductoras: el libro no sufre en ningún momento el peso de la traducción, es brillante. Ellas son:
Yulia Dobrovolskaia y
Zahara García González.
En el nº julio-agosto de la revista
Librújula, hay unas páginas dedicadas a
Svetlana Alexiévich, La Nobel que dirige un coro de voces. Vale la pena leerla. La imagen de la escritora como directora de "coro de voces" es bonita (a parte de acertada).
Entre los muchos títulos que componen la obra de
Alexiévich están estos cinco:
La guerra no tiene rostro de mujer;
Los últimos testigos. Cien relatos nada infantiles;
Cautivados por la muerte;
Los muchachos de zinc;
Voces de Chernóbil;
El fin del "Homo sovieticus". En sus
libros, dice, "intento unir periodismo y literatura. El primero trata de la información; la segunda, del misterio de la vida humana."
Es fácil encontrar sitios web que facilitan la lectura de las primeras páginas de sus libros.
Y este link lleva a
La guerra no tiene rostro de mujer :
elcultural.com/fragmento-alexievich/guerra-no tiene-rostro-mujer.pdf
También hay varias entrevistas disponibles, ésta, por ejemplo:
|
Que cante el ruiseñor ! |
El ejemplar de nuestra biblio, lo tiene ahora otra compañera, le he pasado el testigo.
Hasta la próxima, Muriel y... un abrazo para Ghislaine, otro para Elena (compañeras de lectura)